Caballos cartujanos

En septiembre del 2007, en una visita a la casa de verano de nuestros amigos Pedro y Pili en Costaballena, nos prepararon una visita muy especial a la yeguada del Bocado.


Fué fantántico y recomendable a cualquiera. Pasas una mañana inolvidable.


Como es preferible tener información suficiente para comprender los porques de esta raza, por lo que comenzaremos indicando su procedencia y evolución hasta hoy en día.


Los comienzos se generaron dado que los árabes organizaron un ejército con una caballería ligera formada casi exclusivamente por caballos andaluces.


Esta caballería ligera fue importante en la expansión árabe en España. Los invasores admiraron de buen principio las virtudes del caballo andaluz, su gran acierto fue conservar y potenciar las características propias de la raza española, creando importantes yeguadas e incluso enviando partidas de ejemplares como regalo a Constantinopla, Bagdad y otras grandes ciudades del imperio islámico.


La importancia que dan los árabes al caballo durante su permanencia en la península ibérica se evidencia en el origen de los términos "caballero" y "caballerosidad" acuñados durante la Edad Media para calificar honrosamente a los propietarios de estos preciados animales y sus virtudes, respectivamente.


Las luchas internas musulmanas y los largos años de reconquista diezman considerablemente la población caballar.


El auge de la agricultura y la ganadería a partir del fin de la reconquista así como la baja demanda de caballos para fines bélicos, margina a los caballos en pro de las mulas, mucho más prácticas para los trabajos duros.


Serán necesarias diversas órdenes por parte de diferentes gobernantes para proteger al caballo de los cruces improcedentes, así como la intervención de órdenes religiosas que los amparaban en sus monasterios, como es el caso de los cartujos.


Desde su fundación a finales del siglo XV, el monasterio de la Cartuja se convirte en piedra angular de la crianza del caballo jerezano. Durante tres siglos, que coinciden con los de máximo esplendor del reino de España, los monjes cartujos constituyen una yeguada que con el tiempo se convertirá en una de las más célebres y apreciadas del mundo.


Su esmerada labor ganadera, asentada en torno al espléndido edificio renacentista y en el marco excepcional de clima y fertilidad, donde también se crían los universales vinos de Jerez, se ve interrumpida a inicios del Siglo XIX, a causa de la guerra de la Independencia y coincidió con los años de esplendor de España y, en consecuencia, de sus caballos.


Los cartujos son una orden de clausura que, rigiéndose por unas constituciones aprobadas por el papa Inocencio II, llevan una vida rigurosamente ascética, basada en el recogimiento.


Los orígenes de la Cartuja de Jerez se remontan al siglo XV, cuando el hacendado Don Álvaro Obertos de Valeto, le propone al prior de la Cartuja de Sevilla la fundación de un monasterio de esta orden en Jerez.


Don Álvaro traspasó los derechos de los terrenos que poseía en el municipio de Jerez a los cartujos que solicitaron la licencia necesaria al arzobispo de Sevilla para fundar el monasterio, licencia otorgada en 1475.


Tres años más tarde se iniciaban las obras del edificio que ahora conocemos.


En poco tiempo, la cartuja logra reunir un importante patrimonio en donaciones, venta y cambios que se sumaban a los ya ingentes bienes heredados de Don Álvaro.


Entre los terrenos adquiridos por compra, encontramos la Dehesa de la Fuente del Suero, propiedad hasta entonces del genovés Celín de Bilbao que la cede a cambio de 140.000 maravedíes.


En esta finca pastan en la actualidad, cinco siglos después, los bellos ejemplares de la Yeguada de la Cartuja - Hierro del Bocado.


El verdadero origen de la yeguada no se conoce, aunque el anecdotario popular explica que cuando el censario de la cartuja, don Pedro Picado, no pudo pagar su censo a los monjes decidió cederles sus yeguas y potros.


Estos ejemplares habían sido comprados por don Pedro a los hermanos Andrés y Diego Zamora, de profesión herradores, que formaron esta pequeña yeguada a partir de un semental comprado a un soldado y de uno de sus hijos, potro de extraordinaria belleza y armonía, llamado "Esclavo".


A los descendientes de esta yeguada, que gozaron de gran prestigio, se les llamó "zamoranos".


Sin embargo, pruebas aparecidas y analizadas recientemente y estudios históricos parecen demostrar que los monjes ya contaban con una ganadería a finales del siglo XV.


El siglo XVI representa el tiempo de máximo esplendor de la Cartuja, coincidiendo con los años de gloria de la España imperial y el reinado de los Habsburgo.


El dominio de la corona española por todo el mundo en aquella época significó la primera gran expansión del caballo de raza española: el caballo se difundió por toda América a cargo de diferentes conquistadores.


Durante el imperio de Carlos V, el caballo español alcanza las cotas más altas de popularidad y merecida fama, estando presente en las pinturas y yeguadas de emperadores, reyes y nobles de todo el mundo.


Tiziano pintó a Carlos V sobre un caballo cartujano.


Su extensión mundial determina que exista sangre cartujana en muchas razas del mundo: Lippizza, Kladrub, Orloff, Holstein...


Además, es el caballo español el que da nombre al Picadero Español y a la famosísima Escuela de Equitación Española de Viena, fundada por la Corte de Viena el año 1565, así como al picadero actual, construido por Carlos VI en 1729.


Sin embargo, esta apertura al extranjero significa también la introducción de caballos extranjeros en nuestro país que se empiezan a cruzar con la raza autóctona.


Conscientes los monjes de la difícil situación que atravesaba la ganadería equina y sabedores de las bondades de las yeguas y caballos jerezanos y siguiendo la tradición ganadera de la Cartuja de Sevilla, a finales del siglo XV los monjes de Jerez deciden crear una yeguada de la que se harán cargo hasta bien entrado el siglo XIX.


El siglo XIX representa una época de convulsiones y cambios drásticos para la Yeguada, después de los pasados años de gloria y estabilidad.


La invasión napoleónica y la desamortización de los bienes de la iglesia supone que la ganadería de caballos cartujanos deje de pertenecer a los monjes, cambie de propietario diversas veces e incorpore los hierros actuales.


El inicio del siglo XIX coincide con la invasión de nuestro país por parte de las tropas napoleónicas y la posterior Guerra de la Independencia.


La llegada del ejército francés a Jerez comporta la huida de los monjes de la Cartuja, quienes, después de varias vicisitudes, son acogidos en diferentes conventos de la zona.


En su escapada, los monjes cartujos dejan todas sus pertenencias tras de sí, entre ellas, los caballos y yeguas que llenaban las caballerizas del convento.


Después de más de dos años de exilio, los monjes pueden volver a la Cartuja en 1812, coincidiendo con el Decreto de las Cortes de Cádiz por el que el Estado se apropia de sus bienes.


Nueve años después se ven obligados a abandonar nuevamente el monasterio por la orden de las Cortes de suprimir todos los conventos.


En 1835 los cartujos son expulsados definitivamente de sus tierras y el monasterio pasa a servir de cárcel, para después cambiar de manos y depender de la Junta Diocesana del Estado y finalmente entregarse a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de la provincia que lo declara Monumento Nacional en 1856.


Hasta un siglo más tarde, en 1948, el edificio no será devuelto a la Orden de los Cartujos, que lo sigue habitando en nuestros días.


En 1810, después de la huida de los monjes de la Cartuja, la legendaria yeguada es salvada de la que hubiera sido una irreparable dispersión por el presbítero Pedro José Zapata.


Zapata, fundador del Hospital de Arcos de la Frontera, compra 60 yeguas y 3 caballos de los mejores ejemplares y los oculta en la "Breña del Agua", enviando a los Cartujos de Cluny el importe del precio establecido.


A partir de estos caballos se forma lo que en la actualidad se conoce como Yeguada de la Cartuja - Hierro del Bocado.


El hierro del Bocado sin la C , diseñado por Zapata para marcar los animales, provenientes de la Yeguada de los Cartujos, ha dado nombre a esta prestigiosa ganadería.


Don Pedro, y su hermano Don Juan José se hacen cargo de la Yeguada hasta la muerte de Don Juan, cuando pasa a las manos del hijo de éste último hasta su muerte en 1854.


Es entonces su viuda, Doña María Romero, quien toma las riendas de la misma. Años después, en 1857, Don Vicente Romero García, adquiere parte de la yeguada y añade una "C" al tradicional hierro del Bocado .


Siete años más tarde también adquiere el hierro sin la C , que utiliza para herrar al ganado bravo.


A lo largo del siglo, empezaron a destacar algunos ejemplares de la Yeguada, que consiguieron premios en exposiciones y concursos de todo el país.


Después de las tribulaciones pasadas por la yeguada desde el siglo anterior, en nuestros días los caballos cartujanos encuentran un asentamiento estable en la Finca Fuente del Suero y pasan a formar parte del Patrimonio del Estado, encargado de preservar y difundir la riqueza genética de estos ejemplares únicos.


Después de la muerte, a principios de este siglo, de Don Vicente Romero García, consolidador de la ganadería de estirpe cartujana e introductor del hierro con la C, la yeguada pasará por múltiples y diferentes manos: doña Rosario Romero, viuda de Domínguez, Don Francisco Chica Navarro, el Vizconde de Montesina, don Roberto Osborne, don Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio, don Fernando C. de Terry y del Cubillo y doña Isabel Merello, viuda de Terry..., coincidiendo todos ellos en su labor por salvaguardar la pureza de sangre de la estirpe cartujana.



En 1981, Rumasa S.A. compra la bodega a Fernando A. Terry S.A. junto con la ganadería.


En el año 1983, con la expropiación de Rumasa, el Patrimonio del Estado se hace cargo de estos bienes, separando en 1985, la ganadería del patrimonio de la bodega.


En 1990 el Patrimonio del Estado incorpora la yeguada a la empresa pública EXPASA Agricultura y Ganadería, S.A., a quien encomienda la responsabilidad de mantener y mejorar este patrimonio genético único.



En marzo de 1998 los monjes cartujos han cedido a EXPASA para la Yeguada el hierro original en forma de campana, con el que se herraban los caballos en el siglo XV. Con este acto se unifica en la Yeguada de la Cartuja - Hierro del Bocado la posesión de los hierros que la han distinguido desde su creación. EXPASA compró el hierro de la campana en el año 2000. La Yeguada de la Cartuja - Hierro del Bocado es pues, en la actualidad, la reserva de caballos cartujanos más importante del mundo, con más de de 200 cabezas creciendo en libertad en las praderas de la finca Fuente del Suero.


Los sábados está abierto para recibir visitas. No os lo perdais si estais por Jeréz de la Frontera, Puerto de Santa María, Rota, Chipiona, Sevilla, Cadiz.... o cualquier sitio de los alrededores.










cabalgando en poemas...


Musgosamente mudo belfo
con tacto manso empuja fina sombra,
morro fofo arremanga húmedo labio,
ollares ciegos resoplan vida cálida,
enorme y descendida la cabeza busca
en ralo pasto parvo viento.

Y desde siempre por los dientes sigue
y rendido a su condena,
caballo como eterno y como sueño.

….




Es él. Está lloviendo.Es él.
Mi padre viene mojado.
Es un olor
A caballo mojado.

Es Juan Antonio Rojas
Sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad.
La noche torrencial se derrumba
Como mina inundada,
y un rayo la estremece.

…..



Yegua es la hembra del caballo
y yegua es mi mujer impronunciable
divina metalengua que pronuncio y no decoro
y salto y pateo y relincho y ya no sigo
sé que ella viene como un pasto dulce a perdonarme
estas palabras.


….




EL POETA A CABALLO


¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde
!A caballo va el poeta...¡
Qué tranquilidad violeta!


La dulce brisa del río,
olorosa a junco y agua,
le refresca el señorío...
La brisa leve del río...
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!


Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde...
Y el corazón se le pierde...
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!


Se esté la orilla dorando...
El último pensamiento
del sol la deja soñando...
Se está la orilla dorando...
¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
!Qué tranquilidad violeta!



Juan Ramón Jiménez



....




Caballo de calesita


Pálido pero entrañable,
un caballo de calesita cabalga en círculos
con sus seis compañeros,
como un recuerdo mágico de la infancia.
Prendida a su cuello de madera blanca,
la crin se deshoja, sucia y desteñida.
Ha perdido el brillo su mirada de agua
y falta en su hocico la aureola amarilla.
Entre los estribos oxidados de alba,
de rocíos calmos, de calmas lloviznas,
su vientre redondo, con cierta elegancia,
cuelga todavía
y es aún su cola la espiga trenzada
que flameaba al aire las tardes de brisa.
Creo que lo arriaron en una mañana,
al cruzar un charco, orejas erguidas
y desde ese día, cabalga, cabalga
con seis compañeros entre la neblina.
¡Ay, si hemos corrido…! Esta vida gira
mucho más aprisa que aquella manada.
Ahí va mi caballo… ¿Me conocería?
Aún salta tan niño como yo saltaba.
Un amor furtivo le ha puesto la marca
de dos corazones sobre una rodilla;
por eso ahora todos en círculo marchan,
mirándose siempre, por si los lastiman.
Les han puesto un toldo de rojiza chapa
y un corral de espinas…
Y un cartel que a veces se ve en noches claras,
al iluminarse las gotas que giran
después de las lluvias en las telarañas.
Un cartel que dice: “Lo siento. No pases.
Aquí sólo entran criaturas y hadas”.


Carlos Marianidis

...



Galope

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!


Rafael Alberti


...



EL POTRO

El potro se fue a la mar
y la mar estaba en calma,
soñando con barcos nuevos
y griteríos de piratas.
Potro que sin brida llega
con la crin enarbolada,
con estrellas en la frente
y lunas en la mirada;
pisa mantos de coral
con pezuñas de obsidiana
y al pisarlos manifiesta
la danza de la mañana.

En sus ojos resignados
lleva empuje que desata
la trepidante violencia
de fuerzas huracanadas.
Su potente resoplido
al inmenso valle de agua
con juvenil imprudencia
desafía y amenaza.
Mas... potro que se desboca
sin bridas y sin albarda,
ya sin sujeción alguna,
inminentemente... ¡Estalla!

Al ritmo de su trotar
quiere dar afecto y calma
una tarde borrascosa
que llega desesperada.
El meditabundo sol
con enrojecida cara
por enrojecido cielo
hacia el occidente marcha.
Y se presenta la noche
de galaxias coronada,
y encuentra al potro en el mar,
en el mar de pentagramas.
El viento se desmenuza
exhalando quejas largas,
enviando al potro mensajes
con ardientes bocanadas.

El potro ya nada escucha,
tiene la mente embriagada;
lo propulsan acordeones
y rasgueos de guitarra.
Llena de espectros y duendes
la arena de melodramas,
llora pensando que el potro
nunca volverá a pisarla.
El sonido de los cascos
y desgobernada gana,
ha despertado maligno
deseo en esferas altas.

En la tiniebla infinita
sin indicación de alarma;
un ruido de escaramuza
vino a perturbar el agua.
Mil relinchos inocentes
se escucharon en la playa
cuando la perversa noche
extendió su mano larga
y tomó al potro que fue
a la mar, estando en calma.
Se desvaneció del mundo
la adolescente pujanza;
y la techumbre del cielo
tuvo más puntas de plata;
cuando El Potro se perdió
en las geodésicas rayas
para ser constelación
en las noches estrelladas.

Humberto Garza
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